lunes, 9 de febrero de 2015

No quiero quererte

Y una vez mas, y sirviendo de precedente, se desata una emoción sincera y sin freno. Y me sorprende en medio de mi tarea de bricolaje emocional. Y maldigo la hora en que decidí comenzar este alicatado, porque esa emoción descubre la brecha por la que afloran todos los miedos:

Miedo a extrañarte a todas horas.
Miedo a no ser capaz de estar a la altura, o simplemente a no ser capaz de ser.
Miedo a no compatibilizar tu mundo con el mío sin cesiones que atraigan rupturas.
Miedo a que realmente seas como imagino.
Miedo a que tu sonrisa me deshaga.
Miedo a volar a tu lado en silencio con solo mirarte.
Miedo a equivocarme de nuevo.
Miedo a ser una marioneta  en tus manos.
Miedo a hacerte grande y volverme chiquitito.
Miedo a que toda seguridad sea una seguridad aparente y que se desmorone como lo ha hecho.
Miedo infantil, si; pueril, inmaduro.
Miedo canalla, ruin miserable. Que me aleja de la realidad, alejándome de ti.
Miedo a que tu momento sea muy distinto del mío.
Miedo a que no me quieras o no puedas quererme.
Miedo a este miedo, que hace que no quiera quererte.


martes, 30 de diciembre de 2014

10 años de oscuridad

¡He tocado fondo! Acabo de descubrir, en un pequeño viaje improvisado a mi interior un cajón de mierda. Llevo casi 10 años viviendo como un parásito la vida de otros sin ser capaz de dirigir la mía. Casi 10 años siendo el rumbo que me marcaban otros u otras y, de repente soy consciente de ello, y todo se viene abajo. De repente me veo inmerso en un pozo repleto de fango del que no me veo capaz de salír.

He estado tanto tiempo dormido que soy incapaz de reconocer la vigilia. Me parece irreal cuando no he vivido nada más real en mucho tiempo. Llevo tanto tiempo saltando entre pasado y futuro al libre albedrío de mi caprichosa mente que, ahora,  en el presente,  me siento extraño, solo, asustando, triste...

¡Qué cantidad de trabajo! No se ni por donde empezar. Realmente estoy perdido, muy perdido...

Pero siempre tras la tempestad viene la calma. Tras la oscuridad siempre amanece la luz. Escupir estas palabras me hace bien. Mientras la tinta se adhiere al papel, el cambio empieza a operar en mi. Ya empiezo a atisbar la luz. Ya mi cabeza ha salido del fango, quizás empujada por el olor del salpicón de marisco que tengo frente a mi. ¡Bien! ¡Ya sonrío! Con este salpicón cogeré fuerzas para sacar al menos la cabeza. Al menos la necesito a ella fuera, que no esté enterrada en el fango., que no estén mis ojos cegados. Ahora bien, sacar el cuerpo entero no será fácil. Debo estar preparado.... Primer bocado, un langostino. ¡Delicioso! Si. Definitivamente vamos a empezar a trabajar. Sabemos más o menos lo que tenemos que hacer....

Comenzamos a andar. Paso a paso...

Primer paso. Declaración de objetivos:

  • Fijar rumbo y seguirlo. En cualquier dirección, pero fijado por mi
  • Buscar aquello que me puede hacer feliz y perseguirlo
  • Dejar de pensar. Hacer algo de caso a Tolle. Vivir el ahora. 
Segundo paso y primera reflexión: -- ¿Yo estaba deprimido o sólo hambriento? Aquí esta la risa... Rio a carcajadas, sin importarme que aquellos que me rodean me miren como a un loco solitario.  Buena señal. Este es el camino.

lunes, 4 de octubre de 2010

Tremenda estupidez

Siempre hay un momento en tu vida en que te sientes tremendamente estúpido (bueno, algunos tenemos varios de esos momentos). Un momento en el que eres consciente de que tus decisiones fueron erróneas. Que no actuaste como debías aunque en su momento te pareció un buena opción. Y crees que fuiste honesto, bondadoso, hasta te enorgullecías de tu decisión. Te regocijabas en tu autocomplaciencia y acariciabas tu ego con desmedida soberbia. Hasta que una voz amiga, a veces tiernamente, pero en la mayoría de los casos con la dureza que mereces, te hace ser consciente de tu error. Y entonces todo se derrumba. Se hace la luz y percibes, con absoluta crudeza, tu tremenda estupidez. Y caes en el abismo, porque debes caer. Porque no hay otra opción. Porque sólo cayendo podrás fijar en tu memoria tu error y todos los que antes le acompañaron. Porque sólo así podrás realmente crecer.

Lo más duro es asumir el precio que tienes que pagar por ello. Que quizás hayas dañado lo que más querías  y que quizás el daño pudiera ser irreparable. Y entonces te sientes morir. Y se te rompe el corazón. Y quisieras detener el tiempo y poder cambiar el pasado. Pero no es posible. Y rompes a llorar de tristeza y de rabia. Y sientes tanto miedo que no puedes apenas moverte, apenas pensar. Y de repente todos tus miedos se presentan ante ti como en procesión, emocionados de salir de aquel escondite que tan afanosamente te procuraste en buscarles. Y en perfecta armonía golpean tu moral con una rabia desmedida, cuidándose de hacerse visibles para compensar todo lo que tu quisiste hacerles invisibles. Y ves que los muy cabrones han hasta procreado, que han aprovechado todo ese tiempo en una desagradable bacanal que te sorprende con nuevos retoños mal paridos, que con su infantil impertinencia te machacan sin ningún tipo de pudor.

Y crees que sólo tienes una opción: asumir el error y seguir adelante. Intentar demostrarte a ti mismo que sabrás actuar mejor la siguiente vez. Porque habrá otra vez. La vida te volverá a poner en una situación similar y tendrás que elegir tus decisiones.

Pero realmente aprendes algo mucho más importante y que, aunque te has negado a admitirlo, sabías desde un principio. Que no existe el escondite perfecto para tus miedos. Que tienes que enfrentarte a ellos y vencerlos. Sólo así serás libre. Sólo así serás pleno.

Hoy no puedes. Te han golpeado muy fuerte y han agotado tus fuerzas. Mañana debes recuperar tu energía y debes comenzar tu lucha. Fijarás tus objetivos con una medida estrategia y emplearás tus armas con la adecuada táctica. Lucharás uno a uno contra ellos. Olvidarás la soberbia del general que menosprecia la fuerza de su enemigo. Recordarás a Sun Tzu y aplicarás sus sabios consejos. 


Ahora descansa. Mañana comenzará tu batalla.